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He tocado tus lágrimas con dedos invisibles para consolarte.

Sé que piensas en mí a menudo, durante el día, durante la noche, en tus sueños, al entrar a un cuarto vacío, sabiendo que nunca estaré allí contigo.

Tú que sin ningún egoísmo me diste tanto de ti misma. En lo más íntimo de tu ser creaste un mundo especial para mí. Un mundo de alegría, de amor y también de tristeza y de dolor. Todo lo que una persona puede sentir lo compartiste conmigo.

 Y aunque nunca podré sentirme arrullado en tus brazos, ya sentí el latido de tu corazón como una canción de cuna y tu espíritu dándome un lugar seguro, protegiéndome y preparándome para lo que vendría después.

Pero a veces el viaje de la vida separa a las almas. Y es verdad, tuve que irme a otro lugar. Ojalá hubiera podido quedarme, ojalá hubiera sido una decisión que tú o yo hubiéramos podido tomar.

Quiero que sepas que dónde estés, siempre estarás conmigo. Tu amor fue el primero para mí, la primera alegría, y también tu alma, la primera que por siempre conoceré.

Tú me has dado el valor y el ánimo para continuar mi viaje. Espero poder hacer lo mismo por ti.

El latido de tu corazón siempre me lleva hacia ti.

Autor: anónimo.

La muerte sigue siendo un tema tabú, por el miedo y la tristeza que nos produce, pero cuando se habla de la muerte de un hijo las emociones son devastadoras.

Vivir la pérdida de un bebé en las etapas finales del embarazo, durante el nacimiento o en las primeras horas de vida, hace que el vacío, el aislamiento y la desolación se hagan presentes.

Nos encontramos con una madre que está inmersa en un proceso de extrema sensibilización, la naturaleza la fue preparando para conectarse con un ser que se comunica de forma muy primaria.

La supervivencia del niño depende de la capacidad de la madre para entender sus necesidades.

Cuando sucede la pérdida del hijo, hay una mamá extremadamente sensibilizada, para quién el dolor es inmenso, y  un entorno que, por lo general, no le sostiene emocionalmente como ella necesita.

Muchas veces, lo que está presente es el “Acto Médico” que se ocupa de determinar el motivo de la muerte del niño y que pone el foco en que la madre se recupere físicamente.

Ocuparse del dolor emocional no está en los protocolos y por ello  queda silenciado

Así se van creando nuevas fuentes de dolor en lugar de aliviarlo:

Lo envolvieron y se lo llevaron, sin ni siquiera enseñármelo

Todos se fueron y me dejaron sola con la auxiliar de limpieza

“Hasta se llevaron a mi pareja para firmar unos papeles”

“Luego me llevaron nuevamente a Maternidad, junto con mujeres que sí habían tenido a sus hijos”.

“Escuchaba  llantos de bebés y veía la alegría de todos celebrando”

La sociedad tiende a hacer invisible este nacimiento.

No hay ningún lugar íntimo previsto para que los padres estén con su hijo todo el tiempo que necesiten, lloren y se despidan de él.

No pueden inscribir el nacimiento en el Libro de Familia

Se dan medicinas para cortar la leche para borrar lo más rápido posible todo vestigio del nacimiento.

Nadie les prepara para volver a su casa con los brazos vacíos.

Al entorno cercano también se le hace difícil enfrentar la pérdida de un niño al que nadie llegó a conocer y del cual no existe memoria.

¿Cómo despedirse de alguien a quién se le iba a dar la bienvenida?

Es un dolor por lo que iba a ser, por esa vida juntos soñada.

Muchas veces la vivencia de la presencia del hijo es sólo para su madre.

Los demás saben del niño a través de ella, de su relato, de su cuerpo, de sus cambios emocionales.

Nadie sabe cómo consolar a esta madre y cuándo lo hacen tratan que ella niegue la realidad del dolor por la pérdida de su bebé:

Eres joven, ya tendrás otros”

“No te preocupes, no lo has conocido, pronto lo superarás “.

En estos momentos no hay que consolar, hay que acompañar.

Hay que permitirle a esta mamá llorar por la muerte de su bebé, necesita expresar su dolor, su ira, su desesperanza.

Hay que hacer un acompañamiento silencioso, no se necesitan palabras, se necesita presencia.

Perder a un hijo es una vivencia devastadora y es un duelo difícil de procesar.

Por ello ayudará mucho tener en cuenta lo siguiente:

La madre necesita ver a su hijo, tocarlo, tenerlo entre sus brazos, expresar todo su amor y su dolor.

Ella decidirá si necesita hacerlo sola o acompañada.

Ella determinará el tiempo que necesite para despedirse de él.

Solicitar siempre, si continúa en la clínica, que lo haga en un lugar alejado de la sala de maternidad.

Acompañarla de una manera tal, que pueda expresar lo que siente y también respetar su silencio.

Es importante llamar por su nombre al bebé.

Es necesario conservar objetos que le recuerden.

Ayuda mucho contactarse con grupos de padres y madres que han vivido esta experiencia.

En definitiva, visibilizar y procesar un momento vital extremadamente doloroso.

Honrar la memoria de los hijos ayuda a vivir con paz y equilibrio la vida de los padres y sus hermanos.

Ellos forman parte de la familia, de su historia y de sus vidas.