A lo largo del camino de la crianza, la madre ha podido no estar presente como el niño o la niña hubieran necesitado.

Sus propios problemas personales, los problemas con su pareja, las preocupaciones económicas, sus propias emociones reprimidas o heredadas, los modelos de materna-je que ella ha recibido de su propia madre o del sistema cultural o religioso en el que se ha educado, que no siempre han sido modelos sanos, han podido hacer que ella estuviera desconectada del fluir del amor incondicional energético.

Los niños o las niñas no pueden comprender las razones del comportar de sus madres, sólo experimentan carencias y pueden comenzar a experimentar sentimientos contradictorios, por un lado aman a su madre, pero por otro lado sienten confusión y enfado.

En nuestra cultura sentir enfado hacia nuestros padres está mal visto.

El niño o la niña comenzarán a sentir culpa y vergüenza por sus propios sentimientos y se convertirán en hombres o mujeres inseguros. Seguirán responsabilizando a su madre de sus carencias y problemas.

En nuestro camino de crecimiento personal no podemos continuar responsabilizando a Mamá, como mayores ya tenemos la posibilidad de sanarnos, contamos con recursos psicológicos que no contábamos en nuestra infancia. Podemos dejar ya de esperar lo que nuestra madre no pudo darnos, aceptar todos y cada uno de nuestros sentimientos contradictorios hacia ella, incluido el profundo dolor de desconexión con su amor.

No es un camino fácil. Recorrer el sendero de estos sentimientos contradictorios, sumergidos en una cultura dónde existen tantas creencias de lo que significa ser un buen hijo o hija o ser buena madre, requiere de toda nuestra valentía y coraje.

Recorrer esta senda nos hará cuestionarnos si realmente nos estamos relacionando con Mamá desde la honestidad de nuestro corazón o desde una auto-obligación impuesta por la cultura o los mandatos del sistema familiar.

Este camino de auto-aceptación y entrega, guiadas siempre con la conciencia de nuestro corazón, nos llevará a entender una relación con Mamá más auténtica, integrando las emociones contradictorias y aceptando a Mamá tal cual es.

Podremos tomar por entero la vida que nos ha dado, recuperar la seguridad interior y relacionarnos de una forma más sana con el mundo. Al aceptar nuestras emociones, también podremos liberar la culpa y permitirnos el éxito. Este es nuestro reto como hijas e hijos adultos.

Según las tradiciones orientales, somos seres luminosos, nuestra naturaleza es dar, al igual que el sol que da constantemente su luz.

Cuando la relación con la madre está deteriorada por emociones y sistemas de creencias pesados, nuestra luminosidad está también bloqueada, nuestro dar es así mismo pesado.

Damos desde el ORGULLO porque nos sentimos mejores que los demás, damos desde la CULPA porque nos sentimos responsables de las carencias de los demás, damos desde la VERGUENZA, porque nos sentimos poco adecuados y creemos que si no damos no somos dignos de ser amados.

Damos así desde el EGO, no desde el corazón.

Cuando damos desde el EGO, nos debilitamos y perdemos nuestra energía vital, puesto que el EGO siempre va a esperar algo y cuando no obtiene lo que espera, entra en emoción de rabia, que a veces puede convertirse en violencia.

Sin embargo, cuando damos desde el corazón, conectamos con la energía infinita del universo, nos fortalece y energiza, equilibramos, así, el dar y el recibir de la vida, sintiéndonos satisfechos.

Pero para llevar este proceso, necesitamos dar un salto cualitativo en nuestro interior, necesitamos ejercitar la comprensión consciente, es decir, como mayores podemos mirar a Mamá, más allá de su rol y verla como un ser humano, con sus carencias, con sus necesidades, con sus dificultades y con sus sombras.

Al mirar así a Mamá, tal cual es, vamos a poder soltar la demanda de nuestro niño o niña interior, de recibir el amor que quizás no pudo darnos en la infancia, dejar de esperar y sanar la tristeza profunda.

Este salto puede dar miedo, porque podemos, por algún tiempo, sentir mucha soledad en nuestro interior. Éste es un proceso de individualidad y crecimiento, de pronto somos total y absolutamente responsables de nosotros mismos.

En este viaje sólo podremos apoyarnos en nuestra confianza interior, en nuestros recursos, capacidades y potencialidades, entonces después de haber atravesado el sendero de la tristeza, la soledad y el miedo, descubriremos que somos seres con capacidades infinitas y nuestra autoestima ya no dependerá del reconocimiento externo.

Por lo tanto, la clave de sanar el vínculo con Mamá es “asumir nuestra responsabilidad como adultos y dejar de esperar que Mamá o cualquier otra persona, satisfaga las carencias que de niños o niñas hemos tenido”.

Tomar estas carencias en nuestro corazón y recuperar el poder que todos tenemos dentro de sanarnos, amarnos y respetarnos, llevará también al mundo y a nuestras relaciones esta sanación.

Honrar de este modo a la MADRE facilitará que honremos nuestra vida, en un sentido profundo, daremos modelos más sanos a nuestros hijos e hijas, que aprenderán a respetarse y se convertirán en personas más seguras y exitosas.

No es fácil

Lleva un tiempo aceptarlo

Pero vale la pena